Entre las referencias que más destacan respecto al anticristo, a quien el mismo San Pablo llamó también el “impío”, el “hombre sin ley”, el “hijo de la perdición”, el “adversario”, hay un elemento que nos indica en qué momento será su manifestación pública en el escenario mundial, por el hecho de que lo precede inmediatamente y se relaciona directamente con él.
Ese signo se encuentra en la segunda carta que el Apóstol escribió a la comunidad cristiana de Tesalónica, en seguimiento a la visita pastoral que realizó a esa ciudad. En dicho documento, San Pablo establece que antes de que se manifieste públicamente el anticristo tiene que ser quitada de en medio una persona que “retiene” o retrasa esa manifestación:
“...Que nadie os engañe de ninguna manera; porque antes (del Retorno de Cristo) tiene que darse la apostasía y manifestarse el impío, el hijo de la perdición, el adversario que se levanta y se opone contra todo lo que lleva el nombre de Dios o es objeto de culto, hasta el extremo de sentarse él mismo en el templo de Dios, haciéndose adorar como Dios. ¿No os acordáis que ya os dije esto cuando estuve entre vosotros? Vosotros sabéis qué es lo que ahora le retiene, para que se manifieste en su momento oportuno. Porque el misterio de la impiedad ya está actuando. Tan solo con quitar de en medio a aquel que lo retiene, entonces se manifestará el impío, a quien el Señor destruirá con el soplo de su boca y aniquilará con la Manifestación de su Venida” (2 Tes 2, 3-8).
El motivo de la carta era suscitar esperanza en medio de las pruebas, pero también moderar el fervor de los tesalonicenses. San Pablo había predicado con tanto vigor en Tesalónica sobre el misterio de iniquidad, que los tesalonicenses llegaron a pensar que los Últimos Tiempos eran ya inminentes. Por ello, San Pablo les da a conocer la existencia de un “obstáculo” (en griego katejon) que primero tiene que ser removido, para que entonces pueda manifestarse públicamente el anticristo.
En el versículo 6 utiliza el participio presente con pronombre neutro (to katejon) “Vosotros sabéis qué es lo que ahora le retiene”. En el versículo 7 lo utiliza con pronombre personal (ho katejon) “Tan solo con quitar de en medio a aquel que lo retiene, entonces se manifestará el impío”.
Una lectura cuidadosa del texto paulino nos lleva a concluir que el Apóstol deliberadamente utilizó dos géneros diversos para diferenciar realidades diferentes: el sentido neutro, para designar una realidad de impiedad y apostasía que ya actuaba desde aquella época y que los discípulos conocían perfectamente (pero que será máxima hacia el final de los tiempos de la Iglesia), y el masculino, para referirse a un personaje concreto cuya identidad ha sido un misterio para muchos a lo largo de la historia de la Iglesia, y que será precisamente el causante de que la manifestación pública del impío se retrase hasta que aquel no sea removido.
De esta forma, el katejon no puede ser tomado en sentido neutro, como si se tratase de una institución, o de un estado de cosas, o de un movimiento favorable al cristianismo. La referencia inmediatamente anterior de San Pablo para referirse a la apostasía y a la impiedad en el versículo 6 pone serias dificultades a esa interpretación, ya que el Apóstol habría utilizado las mismas palabras en el versículo siguiente.
Por ello, y porque San Pablo también se refiere al anticristo en el sentido de un personaje concreto y preciso, se puede concluir que “el retenedor” es necesariamente una persona física, y que su acepción debe ser tomada en género masculino.
El sentido integral del versículo 7 parece indicar que San Pablo contrapone una persona, el anticristo, a otra persona, precisamente la que retrasa u obstaculiza su manifestación pública. Es decir, nos encontramos ente una persona humana concreta, y una que no es histórica, sino futura.
Aparentemente, el señalamiento de San Pablo no aporta suficientes elementos para concluir a qué persona se refiere. Sin embargo, una detenida reflexión sobre el texto nos ayuda a encontrar dos indicaciones que apuntan a su identidad.
La primera, como ya dijimos, es que, al retrasar la manifestación pública del anticristo, se trata necesariamente de alguien contemporáneo y con alguna relación directa al “impío”, por lo que no puede tratarse de un personaje lejano en la historia.
Lo segundo, es que esa relación se sitúa en el ámbito de lo espiritual, pues la manifestación del “impío” va ligada a la apostasía, abandono o negación de la verdadera religión, en favor de la "unificación" global de todas las religiones. Es decir, el retenedor es un líder religioso cuyo desempeño evita o retrasa que la doctrina apóstata tome preponderancia.
Analicemos nuevamente el texto: “...Que nadie os engañe de ninguna manera; porque antes tiene que darse la apostasía y manifestarse el impío (...) Tan solo con quitar de en medio a aquel que lo retiene, entonces se manifestará el impío...”
Con esos dos elementos, y dado que sólo a una persona Jesucristo prometió la asistencia particular del Espíritu Santo para garantizar la preservación del depósito de la fe, en contra de las diversas formas de apostasía, al Apóstol San Pedro y a sus sucesores legítimos, se podría concluir que el “retenedor” sea un Papa encargado de retrasar la disolución doctrinal, la confusión y el cisma. Eso fue lo que logró Benedicto XVI al renunciar al ministerio activo y permanecer con el munus petrinus.