El Antiguo Testamento nos habla de dos personajes que fueron arrebatados en vida: Elías y Enoc. Ambos fueron llevados al cielo sin pasar por la muerte (Gn 5, 24; Heb 11, 55; y 2 Rey 2, 11) y ambos volverán durante la Gran Tribulación para enfrentar públicamente al anticristo.
Ellos estarán llenos del Espíritu Santo, predicarán con la fuerza de Dios, y los hombres de buena voluntad creerán en Dios por ellos; harán grandes prodigios, por la virtud del Espíritu, y condenarán los errores del anticristo.
Así lo dice San Juan: "Entonces me fue dada un caña, semejante a una vara de medir, y se me dijo: Levántate y mide el templo de Dios y el altar, y a los que en él adoran. Y deja aparte el atrio de afuera del templo. Y no lo midas, porque ha sido dado a los gentiles, y ellos pisotearán la ciudad santa por cuarenta y dos meses. Yo mandaré a mis dos testigos y ellos profetizarán por 1.260 días, vestidos de cilicio. Ellos son dos olivos y los dos candeleros que están delante del Dios de la tierra. Si alguien les quiere dañar, fuego sale de la boca de ellos y devora a sus enemigos. Cuando alguien les quiere hacer daño tienen que morir de esta manera. Ellos tienen poder para cerrar el cielo, de modo que no caiga lluvia durante los días de su profecía; y tienen poder sobre las aguas, para convertirlas en sangre y para herir la tierra con toda plaga, cuantas veces quieran” (Ap 11, 3-14).
Enoc y Elías serán muertos, sus cuerpos serán expuestos en las calles de Jerusalén, y a los tres días resurgirán ante el asombro de todo el mundo: "Cuando hayan concluido su testimonio, la bestia que sube del abismo hará guerra contra ellos, los vencerá y los matará. Y sus cadáveres estarán en la plaza de la gran ciudad que simbólicamente es llamada Sodoma y Egipto, donde también fue crucificado el Señor de ellos. Y por tres días y medio, la gente de los pueblos y de las razas y de las lenguas y de las naciones mirarán sus cadáveres; y no permitirán que sus cadáveres sean puestos en sepulcros. Y los habitantes de la tierra se gozarán sobre ellos y se alegran. Y se enviarán regalos unos a otros, porque estos dos profetas habían sido un tormento para los habitantes de la tierra." (Ap 11, 8).
El profeta Malaquías dice: "He aquí que yo envío al profeta Elías antes de que venga el día de Yahvé, grande y temible” (Mal 4, 5). Y en el evangelio de Mateo, en el relato sobre la transfiguración de Jesús, cuando Pedro, Santiago y Juan descendían de la montaña después de haber visto allí a Moisés y a Elías con Jesús, los discípulos le preguntaron al Señor: "¿por qué dicen los escribas que es necesario que Elías venga primero? Y respondiendo Jesús dijo: En verdad Elías tiene que venir para restaurar todas las cosas” (Mt 17, 11), pero explicó que en un sentido Elías había venido ya, porque Juan el Bautista había anticipado esa predicción por medio de su ministerio, precisamente en el espíritu y el poder de Elías.