La explicación más sencilla es que el 666 que atañe al anticristo sea una gematría. Los hebreos, al igual que los griegos, asignaban un número a los nombres. Y es que Juan señala precisamente que es “el número de su nombre” (y en algunas traducciones “número de hombre”), socializando y controlando a la humanidad mediante un sistema económico biotecnológico implantado en la mano derecha y en la frente, hecho que implica una adhesión a él por lo cual, quien lo reciba, no entrará al Reino de Cristo.
Es como si Juan nos dijera: si todo lo que ya dije va a caracterizar a la persona del anticristo no les convence, calculen el número de su nombre.
"Y la bestia hará que a todos, a pequeños y a grandes, a ricos y a pobres, a libres y a esclavos, se les ponga una marca en la mano derecha o en la frente, y que nadie pueda comprar ni vender, sino el que tenga la marca, es decir, el nombre de la bestia" (Ap 13:16).
El señalamiento es interesante desde la perspectiva de que habrá un nuevo sistema, pues ello presupone que el anterior sistema se ha colapsado por completo y ya no existe, ha sido sustituido.
Pero esto no es sino uno de tantos engaños del “Impío”. Aquí, se trata de absorber la deuda de las personas, las familias, las empresas y los países, en un nuevo sistema centralizado, donde el impuesto sea global y ya no haya peligro de cargar con efectivo o plásticos –lo cual será bien tomado como forma de evitar robos y asaltos que por supuesto se habrán generalizado.
En varios países se usa ya el microchip implantado bajo la piel como técnica de pago escaneado que va directo a la cuenta bancaria. Pero, además, como técnica de localización satelital así como de identificación, estando conectada a computadoras centralizadas.
Es decir, ya no habrá necesidad de cárceles, el planeta entero será una cárcel (no por algo está siendo muy cuestionado por organismos de derechos humanos). Es decir, falta total de privacidad, de independencia y de propiedad privada.
Pudiera parecer algo conveniente, el problema es que San Juan nos dice que “a mitad de la semana” es decir, a los tres años y medio, el anticristo reclamará para sí la adoración divina, como retribución por haber solucionado los problemas humanos. Por ello dice el Apóstol claramente que quienes estén marcados con este dispositivos no entraran al Reino y beberán el cáliz de la ira de Dios (Ap 14:10).
El microchip será, por así decirlo, la causa material de millones de martirios por amor a Cristo. Por eso, cuando San Juan contempla el cielo llenarse repentinamente de enorme cantidad de hombres y mujeres vestidos de blanco nos revela:
“Después de estas cosas miré, y he aquí una gran muchedumbre, la cual ninguno podía contar, de todas gentes y linajes y pueblos y lenguas, que estaban delante del trono y en la presencia del Cordero, vestidos de ropas blancas, y palmas en sus manos; y clamaban en alta voz, diciendo: Salvación a nuestro Dios que está sentado sobre el trono, y al Cordero” (Ap 7-9).
Una vez terminado el sellamiento, Juan contempla una incontable multitud que adora a Dios ante su trono, y uno de los ancianos le dice quiénes son:
“Y respondió uno de los ancianos, diciéndome: Estos que están vestidos de ropas blancas ¿quiénes son, y de dónde han venido? Y yo le dije: Señor, tú lo sabes. Y él me dijo: Estos son los que han venido de la Gran Tribulación, y han lavado sus ropas, y las han blanqueado en la sangre del Cordero” (Ap 7:13).
Tratar de escapar del sistema de microchip implicará ser excluido del comercio, de los beneficios gubernamentales, de los sistemas de racionalización masiva de alimentos, del nuevo sistema financiero.
Es probable que en algún momento, gran número de personas querrán quitárselo, lo cual tendría consecuencias funestas, dado que al tratar de arrancarse se libera Litio, sustancia que es altamente tóxica e, incluso, mortal. Esta puede ser la causa de la primera de las siete plagas: “Fue el primero, y derramó su copa sobre la tierra, y vino una úlcera maligna y pestilente sobre los hombres que tenían la marca de la bestia, y que adoraban su imagen” (Ap 16:2).
En una entrevista que realizó Aaron Russo a Nick Rockefeller, en Junio de 2007, éste último admitió, abierta y descaradamente, que la finalidad última de la elite banquera internacional es reducir numéricamente la población mundial y controlar a quienes sobrevivan mediante el microchip.